Alizée tuvo un magnífico debut a principios de los dosmiles. Protegida por Mylène Farmer y Laurent Boutonnat, la cantante acaparó focos con ‘Moi… Lolita‘, y se fueron sucediendo los discos de Platino, las semanas superventas y los singles de éxito. Pero para cuando arrancara la grabación de su tercer disco, ‘Psychédélices’, la relación entre la joven y la estrella del pop francés estaba deterioradísima y cada una decidió hacer camino por su lado.
Y sin su escudo y el buen hacer pop de la pareja, Alizée no consiguió igualar los resultados de sus primeros álbumes, conformándose con un ajustado disco de oro, vendiendo 10 veces menos que su debut y cuatro veces menos que su segundo disco. El resbalón, que no fiasco, la llevó a tres años de silencio que rompería con el disco que hoy nos ocupa, ‘Une Enfant Du Siècle’, un fracaso aún mayor que terminó de lapidarla hasta el día de hoy.
Y sin embargo, es posiblemente el trabajo más interesante de su carrera, haciéndole recuperar, al menos, el beneplácito de la crítica, si bien no el del público. Estos son los motivos por los que su cuarto LP merece una lanza rota a su favor:
Por el giro de su sonido, el más acertado de su carrera
Estaba claro que el sonido de Alizée tenía que evolucionar y alejarse del pop facilón que había mostrado en ‘Psychédélices’, y lo hizo gracias al propio tercer álbum. Durante las sesiones de remezclas de ‘Fifty Sixty’, el segundo single de aquel trabajo, Alizée conoce a una serie de productores con los que se plantea grabar un par de temas para su siguiente álbum, considerando que su trabajo en electrónica es interesante. Las sesiones no terminaron dando dos temas, sino que Châteaux Marmont tomaron el control absoluto del disco junto a la cantante.
Electrónica sutil, mucho clima ambiental, oscuridad frente al brillo pop del pasado: Alizée viraba en un trabajo de ejecución exquisita que, además, sentaba como un guante a su sedosa voz. Más adelante, la cantante pasaría a probar con el pop retro (‘5’) y volver al pop (el más tontuno ‘Blonde’), pero nunca con tanto acierto como con la electrónica de ‘Une Enfant Du Siècle’.
Por la intensidad, pero la capacidad pop
El disco, ojo, no sólo vira a la electrónica, sino que se presenta conceptual: habla, de una manera bastante sui generis, de la vida de Edith Sedgwick, mocatriz de los 60 y musa de Andy Warhol, que terminó siendo repudiada por su círculo, encerrada en el entorno de la droga y hayada muerta a los 28 años. Un drama, vaya. Alizée ahondó en su historia con una decena de canciones que, de una manera u otra, fueron por las vivencias de la actriz.
Alizée, curiosamente, ya la tomó como inspiración en ‘Fifty Sixty’, el tema que terminó llevándola a la creación de este disco, como hemos dicho antes. A pesar del intenso concepto no sólo de origen, sino también visual, y de su envoltorio electrónico, el disco deja piezas de lo más entretenidas como ‘A Coeur Fendre’, la bonita ‘Eden, Eden‘, o el hipnótico y sensual primer single oficial ‘Les Collines (Never Leave You)’. Es decir, que no perdió las melodías pop del todo de visto, sino que construyó toda una armadura a su alrededor.
Evidentemente, por ‘La Candida’
El cuarto álbum de Alizée esconde entre sus minutos la única canción que la artista ha interpretado en español hasta la fecha. En “español”, entiéndase. ‘La Candida’ es una historia de celos y de esfuerzo por el autoconvencimiento de que una es querida y respetada por su amor. “No hay otra más, ¿a quién amarás si no es a mí?”, “soy la candida, tú no me engañas, piensas en mí, candida, ciega”. Ojo, “candida” no va acentuado, porque ella misma pronuncia “canDÍda”. Una fantasía que ya justifica toda la existencia del álbum. La canción fue compuesta por el franco-mexicano Adán Jodorowsky, que ya sabemos que tiene más de franco que de mexicano.
Alizée arriesgó y no salió bien parada de correr el riesgo, pero al menos dejó un disco de altura, con una idea bien pensada, planteada, y mejor ejecutada. ‘Une Enfat Du Siècle’ fue aquel momento en el que su desapego de Mylène Farmer consiguió tener sentido, y mostró a una artista capaz de tomar decisiones de las que saliera favorecida, al menos de cara a la recepción crítica del disco. Su paseo de la fama en adelante, tuvo mucho que ver con el de su musa, Edith Sedgwick, sin el factor drogas -que sepamos-: ambas fueron olvidadas por el público que las mantenía, cuando todavía eran suficientemente jóvenes como para poder seguir cómodamente en el candelero.