En los últimos días hemos vivido, a través de redes sociales, uno de los momentos más bochornosos de los recientes años del pop: es en el que Lucas, de Andy & Lucas, se enfrenta a los padres de Gabriel, el niño que fue asesinado el pasado año en Almería. Más que nada porque las formas han sido verdaderamente dantescas, pero vamos a hacer un repaso a la historia para que se entienda en condiciones.
Andy & Lucas están de gira, y en un momento de sus conciertos, piden justicia para la causa de Gabriel, sacando sobre el escenario una camiseta con la imagen del pequeño. Esto provoca que los padres del niño lancen un comunicado, mostrándose disconformes a que el dúo muestra la fotografía durante su show, y les piden, al menos, haber sido informados de que así sería. La madre del pequeño pide a Andy & Lucas “la oportunidad de decidir si están de acuerdo con ese tipo de iniciativas”, antes de que el grupo decida por sí mismo.
Y seamos sinceros: no es ninguna locura. Al fin y al cabo, Gabriel no es hijo de Lucas, ni de Andy, ni de ninguno de los miembros de la banda, y el grado de intimidad de la familia debería decidirla la familia. Es cierto que siempre nos ha chirríado mucho que los padres de Gabriel mediatizaran tantísimo el caso -provocando, involuntariamente, situaciones como la actual-, pero también es cierto que, como mínimo, deberían ser informados cuando su hijo se convierte en el centro de una actuación, sea bienintencionada, como parece ser el caso, o no.
El bochorno, sin embargo, llega cuando Lucas, 50% del grupo, decide responder a la madre a través de Twitter, y pierde los papeles porque afirma estar “enfadado”:
“Estoy muy enfadado, me parece increíble, y que sepa que yo también soy padre: si a mi hijo le pasara lo que le ha pasado al suyo, que Dios quiera que no le pase, que todos los grupos de España saquen una camiseta y una imagen de mi hijo para que se enteren de que hay que hacer justicia ya.
Estoy muy enfadado, qué vergüenza. No se preocupe: ya no sacamos más la foto de su hijo”.
Verdadera demencial que, además de tomar la decisión por su cuenta, se enfade ahora con los padres, que simplemente le piden privacidad y dar el permiso para ello. Vergonzoso que no entienda que, igual que ha hecho él, cualquier otra persona podría utilizar la causa para cualquier otro objetivo, incluido uno xenófobo o racista, estando la situación a huevo. No les acusamos a ellos, ojo, que sería absurdo, sino que planteamos que podría darse la posibilidad con cualquier otro grupo de personas. Los padres tienen el absoluto derecho de pedir ser informados.
El problema del mensaje de Lucas no es sólo el mensaje en sí, sino las espantosas formas con las que lo ha trasladado, sin el mínimo tacto o empatía, dibujado en un vídeo como un auténtico energúmeno:
“No voy a decir el nombre (del niño) siquiera, no vaya a ser que se nos ponga a caldo. Nosotros gracias a Dios somos populares desde hace 16 años, entonces no nos aprovechamos de la causa, somos una voz para que esa causa no muera. (…) Después pedimos firmas, nos echamos fotos con políticos…”
Un tono verdaderamente monstruoso, que ha arrastrado por el más sucio de los fangos el nombre del grupo. Una auténtica vergüenza que debería, sinceramente, afectar en sus contratos en diversas localidades. Al fin y al cabo, mucho dudamos que vivan de las ventas o impacto de sus trabajos en la última década.
Reitero,el mundo al revés.@LaVanguardia @elespanolcom pic.twitter.com/3jYrcOYrSx
— Andy Lucas oficial (@_AndyyLucas_) 31 de agosto de 2018